jueves, 3 de marzo de 2011

¿Discutes o te da frío?

Parece que a la gente le da miedo la palabra "discutir". Varias veces he escuchado decir: "no estamos discutiendo, sólo estamos platicando" (ajá); "esto no es una discusión, es como un debate" (¿y el moderador?).
La cuestión es simple: hemos asociado discusión con pleito, porque para nuestra conciencia, discutir es pelear. La RAE define el verbo transitivo DISCUTIR como:
"El dicho de dos o más personas: Examinar atenta y particularmente una materia".
También lo considera como:
"Contender y alegar razones contra el parecer de alguien"
Entendiendo esa contienda como la contraposición de opiniones. Así, la discusión no es más que el análisis o comparación de ideas y conceptos (ya objetivos, ya subjetivos).
En esa tesitura, si no nos gusta "discutir", es claro que menos sabemos cómo hacerlo. ¿Cuántas veces les ha tocado discutir con alguien que intenta terminar la discusión con alguna frase tan recalcitrante como lastimosa? Algo así como: "ojalá y nunca te pase a ti" o "lo dices porque no lo has vivido" o la más purgante "piensas eso porque estás joven, pero cuando crezcas cambiarás de opinión".
Estas frasecitas me han embotado los sentidos más de una vez. La mayoría de las ocasiones no he podido pensar claramente y me retiró amablemente de la discusión con un simple: "¿qué te digo después de eso?". Lo que en realidad quiero decir es: "no me interesa hablar con alguien tan corto de visión analítica que basa sus argumentos en su ignorancia y su pesimismo y no tiene idea de cómo rebatir razonamientos contrarios sino es a base de frases lamentables". Es la primera vez que digo esto; la primera que lo digo porque todas las veces lo he pensado.
El primer error que cometemos al discutir es que no aceptamos que estamos en una discusión. Atender a falsos eufemismos nos lleva al autoengaño y a restarle seriedad a lo que estamos haciendo. "Si sólo estamos platicando, no tendrá mayor trascendencia lo que hacemos" -puede pensarse.
El segundo aspecto que creo debe ser modificado es la duración de la discusión. Todos (sí, todos) hemos querido terminar una discusión con alguna frase lapidaria, a veces sacada de la manga, que demuestre que nadie puede con nosotros y que únicamente nos bastan unos segundos para demostrar lo analíticos y sapientes que somos.
Tener una buena discusión es como hacer el amor: en principio, hay que poner las cartas sobre la mesa, determinar la materia del acto (discusivo o amoroso); empezar despacio por las zonas menos perturbantes; aventurarnos después de agotar los prolegómenos; llegar al punto en que los intervinientes empiezan a calentar motores; entrar de lleno al tema y no terminarlo hasta que se agote completamente; después de eso, es recomendable un café, una cerveza o un cigarro, según el gusto.
Por último, la discusión no tiene vencedor y vencido. Todas las partes deben quedar con un buen sabor boca. A diferencia del sexo, en un encuentro discusivo las partes no tienen razón para no volverse a ver.
Que tengas buenas discusiones, pero sobre todo, buenas relaciones...

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